Doblegado en la esquina de
la tristeza,
embriagado de penas y
sinsabores,
flagelado con el látigo de
la pobreza,
mutilado de sueños y a
veces de amores.
Levantando la mirada al
cielo,
sin fuerza para poder
continuar,
exclamando su más profundo
anhelo
dentro de una triste
oración que nadie puede escuchar.
Va caminando el humano,
carente de confianza,
buscando quien le eche la
mano
y le devuelva de poco su
esperanza.
El desempleado sueña con
mejores oportunidades,
con alguien que le quiera contratar,
para conseguir esa plata que cubra sus necesidades
y ayude a que su familia
deje de penar.
Todos los días camina por
las calles,
buscando y buscando algún
empleo,
muchas veces sin importarle
los detalles,
aunque este lo lleve al
mausoleo.
Yo tuve esa dolorosa experiencia
y aunque no es lo peor que
me ha pasado,
aprendí a ver sin
indiferencia,
a todo aquel que sin chance
se ha quedado.
Aprendí a valorar lo que
tengo,
a evaluar mi forma de
trabajar,
sin olvidar de donde vengo
y por quienes me he de
esforzar.
Muchos celebran el día del
trabajo,
pero cuantos lloraran por
no tenerlo,
sintiéndose como un
cascajo,
lamentando el no poder
poseerlo.
Pobreza reina en esos
hogares,
donde predomina la incertidumbre,
en mi país son tantos esos
lugares
y donde el ser pobre ya es una costumbre.
Sufre la gente de mi
tierra,
clamando al cielo por una
oportunidad
a su fe mi gente se aferra,
esperando salir de su
calamidad.
Mientras tanto hay tantos
aprovechados,
que se enriquecen con
explotar,
a estos necesitados
pero algún día Dios les ha
de juzgar.
1 de mayo tiempo de
celebrar,
pero también de hacer
conciencia,
en aquellos que empleo han
de necesitar,
y que han sido olvidados
por los que viven en opulencia.